Alguien trata de crear su paraíso y, al terminar, parece cada vez más un réprobo, un condenado, un fantasma aferrándose a la hierba y a los árboles. Uno pocos años necesita para convertir un pequeño cafetal en un edén amurallado prohibido a los visitantes. La fortuna que este le brinda no se diferencia del infortunio. El hombre "que se hunde en la espesura" también tiene dos caras: ¿ escapa de una culpa o se retira a la soledad autoimpuesta para no hacerse culpable?<br /> Tomas González es un narrador contenido y maravillosamente justo que deja su secreto a cada personaje y sabe detectar el deseo de felicidad y justicia, incluso en aquellos encerrados y enfurruñados en sus obsesiones.<br /> <br /> Como en todos los libros de este narrador de extraordinaria sensibilidad y cuidado del detalle, Los caballitos del diablo gira también en torno a la búsqueda de un equilibrio entre la necesidad de soledad y el anhelo de confianza que presupone la relación con los otros.<br />